martes, 1 de marzo de 2016

Contra la imaginación, de Christophe Donner. O como un ensayo se te va de las manos ante la falta de definición



Ficha
Título: Contra la imaginación
Autor: Christophe Donner
Nº de páginas: 122
Encuadernación: tapa blanda
Editorial: Espasa Calpe
Lengua: castellano
Traducción: María José Furió Sancho

Sinopsis (copiada de la contraportada)
¿De dónde procede la imaginación?, ¿para qué sirve? Estas son algunas de las preguntas que Christophe Donner se plantea y a las que él mismo responde: <<procede de la ignorancia>> y <<sirve para salvar la piel>>.
Para el autor de este entretenido ensayo la imaginación no ayuda a soportar la realidad, sino que echa a perder la realidad de uno mismo.
Contra la imaginación trata de argumentar lo nociva que puede llegar a ser esta para la Literatura, y ataca de forma muy directa a la novela, que <<con su pretensión constructivista, con principio y fin, perceptible y narrable, se ha ido apoderando del libro>>.
Aunque Donner confiesa que, a pesar de todo, nunca se ha sublevado contra la imaginación, a la que considera <<un veneno>>, intenta definir qué lugar le atribuye dentro de la Literatura: <<el de una engañifa que tiende a desaparecer>>.

Opinión personal
Contra la imaginación, de Christophe Donner, es un ensayo que me encontré por casualidad en una biblioteca pública. Me llamó la atención el título y, aunque siempre tengo un listado pendiente de lecturas a las que hincarles el diente, me apetecía leer algo ensayístico, y más si se trataba de una obrita breve. Pero el resultado, una vez terminada la lectura, no fue nada  positivo. No he leído demasiados ensayos, o no tantos como me gustaría, pero puedo decir que Contra la imaginación es el peor que he leído. Evidentemente, toca que abra La posada del lector para poder explicarme.

Como he comentado, Contra la imaginación es un ensayo breve, dividido en cortos capítulos sin numeración ni títulos, que gira en torno a la idea central que el propio título de la obra plantea explícitamente: la imaginación está sobrevalorada, y hay que ir contra ella. Y Christophe Donner pone hilo a la aguja y se dedica a teorizar sobre la imaginación  para desmontarla. En un principio, cuando yo cogí el libro,  puse deliberadamente mi pensamiento en blanco, para liberarlo de cualquier idea preconcebida que yo tuviera acerca de la imaginación. Así que me dije: “venga, señor Donner, explíqueme por qué considera tan mala la imaginación, y dígame qué es la imaginación en realidad”. Quería saber qué tenía que decir el autor de la imaginación y cómo lo argumentaba. Y aquí llega el grandísimo problema de esta obra, podríamos decir de hecho que es su principal defecto: Donner no define absolutamente nada. Y esa definición debería haber sido el primer paso. Si se va a escribir un ensayo sobre la imaginación lo principal sería que primeramente el autor definiera qué entiende él por imaginación.  Porque sucede que con conceptos abstractos como Imaginación, Libertad, Amor, Amistad y etcétera hay tantas maneras de entenderlos que nunca sobra acotar y concretar sus diversos significados, o al menos exponer nuestra concepción particular. Pero la definición de la palabra “imaginación” en ningún momento se da. Así Christophe Donner va llenando las páginas con su particular exposición, creando falsos debates. De hecho, todo el ensayo es, grosso modo, un falso debate. En ocasiones, incluso, da la impresión de que ni el propio Donner sabe de lo que habla. Va saltando de tema en tema, de forma vaga y desordenada sin seguir un hilo muy coherente. Pero bueno, aún así, habrá que intentar definir lo que Donner no define. Intentando analizar algunos fragmentos destacados del libro. Empecemos por el origen de la imaginación, según Donner:
¿De dónde procede la imaginación?
De la ignorancia.
No fue para que quedara bonito por lo que se imaginó que la mujer había salido de la costilla de Adán, sino porque se ignoraba su origen y sin embargo existía la necesidad de responder a este enigma. Y mientras sigamos sin saber, continuaremos inventando respuestas.
En principio, estoy de acuerdo con Donner. En principio. A veces, pese a todo lo dicho negativamente hasta ahora, creo que el ensayo tiene inicios brillantes, temas que se plantean y son un chispazo interesante. Lástima que pronto se pierda en vericuetos poco precisos, y el tema se le vaya de las manos hasta el punto de que a veces parece mezclar unos temas con otros. Pero volvamos a lo del origen de la imaginación. En principio estoy de acuerdo con este fragmento de Donner. Es algo que muchas veces me he planteado: ¿por qué nos empeñamos en creer cosas que no existen? Tanta leyenda y superstición que ha sido tomada por cierta… y que alguien la tuvo que explicar por primera vez. Alguien imaginó una explicación, y esa explicación imaginada pasó a ser real. Sin comprobación empírica. Porque sí. Pero tengo que hacerle dos objeciones a Donner. La primera: que culpar de esto a la imaginación, así en su totalidad, me parece exagerado. Entiendo yo por “imaginación” un concepto más amplio, no necesariamente como sinónimo de credulidad. Y aquí Donner habla de un único caso concreto. Pero claro, es el problema que ya he dicho: la falta de definición previa. Y la segunda objeción: que más que hablar de “imaginación”, quizás sería mejor hablar aquí de otra cosa, quizás sería mejor hablar aquí de “pensamiento mágico”, un concepto más exacto y que hila más fino. Porque eso parece que sea de lo que Donner habla: de pensamiento mágico y no de imaginación.

Y así sigue Christophe Donner, enfrentando lo que él llama “imaginación” contra otros conceptos. Como por ejemplo, contra el concepto de “Realidad”. Y Donner nos dirá al respecto:
¿La imaginación ayuda a soportar la realidad?
Evidentemente, no.
Y por lo demás, ¿de dónde sacamos que la realidad hace daño, que es nociva, y que debemos <<soportarla>>?
De una amargura.
Creamos en Dios o no, no podemos dejar de amar la realidad. Sea Él su creador o la ciencia no termine de delimitarla, la realidad está ahí, irreprochable, imperfectible, ofreciendo la belleza de lo que contiene, y la belleza humana, pues el hombre tiene su lugar dentro de lo real, un lugar que le es propio del que, paradójicamente, sólo él pone en duda (…). La reconciliación con la realidad y la certeza de la realidad de uno mismo, aunque invisible a sus ojos, es lo que la imaginación pospone, echa a perder, veda… (…)
Me doy cuenta de que no es posible estar en <<contra de la imaginación>> sin elogiar la realidad.
Y Donner antepone la imaginación a la realidad porque para él, la imaginación, es sinónimo de mentira, de falsedad. La imaginación no es real porque tampoco es verdad, viene a decir. Y remata: “La verdad se transmite, se precisa, se profundiza. Al contrario que la imaginación, que se repite, retrocede y se aferra a sus viejas lunas”. Y así va dando saltos que llevan… a no se sabe dónde. Porque no argumenta más allá de lo expuesto. Lo que sigue haciendo Donner es perderse en palabrerías de esta guisa:
La imaginación está demasiado ocupada, demasiado preocupada por sonar justa, por no meter la pata, demasiado acomplejada por lo real, pues aunque se encuentre en la cima de su gloria ella sabe bien cuánto vale y lo que merece. La imaginación no es libre para nada. No respira, solo piensa en sí misma y busca apoyo en todas partes, en el estilo, en la realidad, en el dolor, el duelo, el amor; todo lo toca como una vieja avariciosa y desesperada consciente de que todo se le escapa de las manos y que va a morir sin haber sido nada, ni doliente ni enamorada ni verídica.
Como ven, es muy mala la imaginación. Eso me ha quedado claro. Pero me faltan muchos porqués en el anterior párrafo citado, y sólo encuentro vaguedad, subjetivismo extremo y poca claridad. Y en definitiva, parece que Donner se centra en una única faceta posible de la imaginación: la que sirve para evadirse y negar la realidad. Pero yo por imaginación entiendo otra cosa. Entiendo que la imaginación también es la capacidad de inventiva para transformar la realidad buscando soluciones alternativas. Soluciones alternativas y completamente reales pero que primero tuvieron que ser imaginadas. Así concibe la imaginación un autor clásico de la literatura infantil, creador de El mago de Oz, Frank Baum:
La imaginación llevó a Franklin a descubrir la electricidad. La imaginación nos ha dado la máquina de vapor, el teléfono, el fonógrafo y el automóvil, porque estas cosas tuvieron que ser soñadas antes de convertirse en realidad. Por eso creo que los sueños —los sueños de día, con los ojos bien abiertos y la materia gris en pleno funcionamiento— probablemente conduzcan a mejorar el mundo. (1)
Pero Donner no sólo considera que la imaginación crea una sociedad más nociva. En su ensayo también se centra en afirmar que la imaginación empobrece la literatura. Que la imaginación crea más lugares comunes y tópicos literarios. Y la imaginación crea lugares comunes y tópicos porque… no se sabe. Donner lo afirma sin más. No sé si hace un versus entre literatura fantástica y literatura realista, aunque tampoco me lo parece. Porque sinceramente, no sé qué parece. Si es que parece algo. Pero entre tantos pareceres confusos hay algo que Donner sí tiene muy claro: él es un gran escritor, dicho por él mismo:
¿Por qué escribo libros tan buenos para niños?
Al escribir libros para niños me veo confrontado a una carencia: hay cosas que los niños no saben, y sobre todo ignoran las palabras para decirlas y oírlas.
Etimología de la palabra niño (enfant): infans, el que no habla.
Pero, de todos modos, un poquito sí habla, y cada vez más aspira a saber más palabras, más cosas, y a deshacerse de las ilusiones, de las mentiras y de todo ese batiburrillo de imaginación que le ha servido para superar y paliar los sufrimientos de la ignorancia. (…)
Es tan fácil dárselas de profesional de la imaginación delante de los niños, y tanto más cruel dirigirse a ellos con un lenguaje de verdad. Algunos niños me lo agradecen. Pero no todos. La gran masa de niños, y lo mismo ocurre con la gran masa de adultos, es más aficionada a apreciar todo lo procedente de la imaginación pura, está más inclinada siempre a la evasión, a olvidarse de sí misma, a la distracción y a la pasividad que a la aventura, a tener conciencia de sí mismo, a la verdad, y al valor.
¿Estoy siendo duro con Donner? Espero que no, ya que jamás me gustaron las criticas negativas a mala leche.  Y espero no estar cayendo en eso. Pero en caso de que caiga, algo diré a mi favor: no estoy siendo tan duro como lo es el propio Donner con el escritor Daniel Pennac y con el filósofo Deleuze. Os seré sincero: no he estudiado la obra de Deleuze, ni he leído a Daniel Pennac. Quizás el primero sea un filósofo nefasto y el segundo un escritor mediocre. No lo sé. Pero se percibe una hostilidad por parte de Donner que, automáticamente, hace que éstos tengan mi simpatía. De Deleuze dirá Donner que sus tesis son “infumables”, y de Pennac dirá que es un estafador, ya que considera su literatura una estafa. Y esta hostilidad no me parece justificada. Y me choca el contraste de esta dureza juzgando a los demás, incluso con prepotencia, con ofrecer a la vez un ensayo pobre y falto de sustancia. Más que en un ensayo, parece un germen de ensayo, un esbozo inicial debido a la falta de argumentación en profundidad. Y no lo dice vuestro servidor Letraherido, lo dice Donner en el capítulo final, donde lo define como “borrador de manifiesto”:
Nada es muy serio en esta obra, es un borrador de manifiesto; no obstante, no intentéis averiguar qué es una obra. Podemos decidir que un libro está terminado sencillamente por agotamiento, por lasitud del autor, o mudanza, muerte súbita…
No sé si es de recibo ofrecerle al público un “borrador de manifiesto”. Aunque parece que Donner juegue y se guste a sí mismo con pedantería, sin necesidad de mantener un compromiso serio con el lector. Más preocupado en juzgar negativamente el trabajo de los demás y tirarse flores así mismo que no en elaborar un ensayo mínimamente trabajado. He leído otros ensayos con los que tampoco he estado de acuerdo, en los que ni compartía las tesis ni las opiniones vertidas sobre las páginas, pero el autor hablaba claro, concretaba y se ceñía al tema expuesto. Desgraciadamente, no es el caso de Donner. Quizás realmente Contra la imaginación sea todo un juego transgresor, ya que el mismo autor dice que “nada es muy serio en esta obra”. Pero aún así, eso tampoco justificaría el ensayo. Le faltan demasiadas cosas. Y una de ellas es la imaginación.

P.D: Ya iba a concluir la entrada, y a última hora caigo en que no he dicho nada del autor. Christophe Donner es francés, actor y ha escrito novelas para adultos y niños, según la solapa del libro que acabo de reseñar. Y no hay demasiada información en google en español, he sabido algo más por la entrada de la wikipedia francesa sobre Donner. Parece ser que este ensayo es lo único traducido y publicado en este país.

Valoración: suspenso

Te gustará si te gusta: un ensayo donde el tema central no está definido, y parece ser que el autor quiere ser el tema central. Entonces sí, tal vez te guste Contra la imaginación.

(1) Extraído del prólogo de Michael Patrick:
 Baum, Frank. El Màgic d’Oz (Ed. Michael Patrick). Barcelona. Ed. Empúries. 2002.