miércoles, 26 de febrero de 2014

El pont dels jueus, de Martí Gironell. O cómo cocinar mal un best-seller




Ficha (extraída de la web de La casa del libro, edición en castellano)
Título: El puente de los judíos
Autor: Martí Gironell
Nº de páginas: 288 págs.
Encuadernación: Tapa blanda
Editorial: EDICIONES EL ANDEN
Lengua: CASTELLANO
ISBN: 9788493578916

Sinopsis (extraída de la web de la casa del libro):
En 1316, un constructor de Perpignan recibe el encargo de reconstruir el puente de Besalú, dañado por las riadas, terremotos, etc. El maestro de obras trabajará sobre un manuscrito de 1074 con el encargo de la primera construcción del puente. A partir de ahí, se desarrolla la trama en la que se cruzan los intereses de los h abitantes de Besalú y el conde que gobierna la zona, con los del conde del Ampurdán, rival suyo, y que trata de impedir que la ciudad pueda ser defendida adecuadamente. El papel de la comunidad judía de Besalú, que colabora con los cristianos en la defensa de la ciudad, las intrigas y traiciones de algunos conciudadanos, partidarios del enemigo, y la aventura personal del constructor son la esencia de una trama bien construida, amena y con múltiples atractivos.La reconstrucción del puente fortificado de Besalú (Girona) es el asunto central de una novela histórica singular y apasionante, que da vida a una ciudad medieval erizada de conflictos entre comunidades y personas, entre los poderosos y los desheredados. Un pueblo maldito, una cultura de la violencia, un mundo en el que los sentimientos estaban a flor de piel.

Opinión personal:
Les comentaba en la reseña de la entrada anterior que convenía saber de antemano qué tipo de obra se estaba leyendo. Resumidamente, les venía a decir que si lees una novela de aventuras después no te decepciones si la cosa no trata de debates filosóficos. Y viceversa.
Pues bien, vaya por delante que yo con El pont dels jueus (El puente de los judíos, en la edición traducida al castellano), no esperaba otra cosa que una novela de entretenimiento. No le pedía conocimiento, ni reflexión, ni siquiera una prosa brillante. El pont dels jueus es un best-seller histórico de aventuras, y como tal le pedía un rato de evasión, entretenimiento y nada más. ¿Es eso lo que me ha dado? Desgraciadamente no. El libro no me ha gustado nada, y me temo que es de los peores best-sellers —arrasó en Sant Jordi hace unos añosque he leído nunca. Evidentemente, una opinión tan tajante debe ser argumentada.

Verán, hace unos años, leí el Código da Vinci de Dan Brown. Best-seller que recibió críticas durísimas, y no me estoy refiriendo a las de la Iglesia la cuál contribuyó a aumentar el número de ventas, por cierto, sino a las estrictamente literarias que mandaban el libro directamente a la hoguera. Creo que fue el primer destrozo en masa que viví de una obra literaria desde que soy un lector empedernido (después vendrían Crepúsculo o 50 sombras de grey). Picado por la curiosidad ante tanta crítica negativa, acabé leyendo el Código da Vinci. Y a pesar de que no me pareció una gran obra literaria ni muchísimo menos, y reconociendo que la obra tenía ciertas carencias, sí logró hacerme pasar un rato entretenido mientras viajaba diariamente en tren. Y, aunque no lo volvería a leer, tampoco me arrepiento para nada de haberlo leído. Pero ya le dedicaré unas líneas en el blog al Código da Vinci más adelante, ciñámonos a la entrada en la que estamos. El caso es que Dan Brown no me pareció un autor brillante, pero si la misma historia que se cuenta en El pont dels jueus se la dieran al escritor norteamericano éste seguramente ofrecería un producto mucho mejor hecho. Porque Dan Brown probablemente no pasará a la historia, pero maneja mejor el ritmo narrativo y sabe estructurar mejor la información que Martí Gironell, dosificándola convenientemente. Es decir, le vi cierto oficio que Martí Gironell no tiene. O al menos, no lo tiene en la obra en la que tratamos, ya que fue la novela con la que se estrenó. No sé si en las siguientes novelas Martí Gironell habrá mejorado. Pero vamos ya con El pont dels jueus. ¿En qué me ha fallado esta novela? Pues prácticamente en todo, vayamos por partes:

El problema principal no es la historia argumental en sí, eso es lo de menos, el problema es que pasas ya de la mitad del libro y todavía no se ve por dónde va la trama, porque la historia va dando bandazos y se abren varios hilos que al final no llevan a nada. El ritmo en la novela está descompasado, unas veces se acelera y otras se frena de forma incomprensible. Pues por un lado hay largos fragmentos descriptivos, explicando tanto antiguas costumbres culturales como detalles triviales que no vienen a cuento y que ralentizan la historia, y por otro lado paradójicamente despacha asuntos que pudieron dar más de sí en apenas dos párrafos.

Y en cuanto a los personajes la cosa tampoco mejora. Todos son planos y superficiales, realmente no llegas a empatizar con ninguno. Del personaje fra Florenci, nada más aparecer, ya se indica explícitamente que es malo malísimo de la historia, y sólo faltó describir que tenía la “m” de malo dibujada en la frente. Respecto a la relación amorosa entre los jóvenes Ítram y Jezabel todo pasa muy rápido, y sin profundizar en dicha relación. La novela muestra el conflicto social por el amor entre dos personas de religiones distintas. Muestra. Pero no desarrolla. Así el conflicto llega a ser presentado, pero una vez terminada la aventura el conflicto desaparece, como por arte de magia. Resolviéndose solo, como si la aventura vivida en sí bastase. Siguiendo con los personajes, absolutamente todos, al no estar dotados de una personalidad profunda, quedan desdibujados como personajes puramente funcionales. Es decir, los personajes están para cumplir un arquetipo en la historia y/o hacer avanzar la trama, y nada más. Y esto es así en El pont dels jueus hasta el punto de que hay personajes de los que, una vez han aparecidos y cumplida su función argumental, el autor se olvida de ellos completamente. Y eso que al principio se pone mucho énfasis en ellos, y por lo tanto como lector esperas que acabarán teniendo un peso en la historia mucho más profundo. Mas no. Una vez que el personaje cumple su función argumental, adiós personaje. Hay un caso en la novela muy significativo y que resume muy bien lo que quiero decir. Se trata del caso de un personaje que trabaja en el establo del castillo, y es él quien se da cuenta de que han envenado las aguas. La función argumental que cumple el personaje es clara: al darse cuenta de tal cosa, podrá dar la voz de alarma y todo el personal del castillo se dará cuenta de que están bajo un intento de golpe contra el condado. Y aquí acaba la importancia que tiene el personaje. Pero eso sí, Martí Gironell dedica más de una página entera en describir la práctica zoofílica del personaje en el establo. Vale, ¿acaso estoy diciendo que algo como la zoofilia debe quedar fuera de la literatura porque es de mal gusto? Para nada, porque creo que en la literatura cualquier tema tiene cabida.  Incluso los más escabrosos. El desaguisado literario está en que, como he dicho, el personaje ya no vuelve a tener aparición en todo lo que queda de la novela, y toda esa larga descripción zoofíliac se queda en algo que, una vez más, rompe el ritmo narrativo. Como algo suelto, mal pegado al conjunto de la obra, y que encima no aporta sustancia. En cualquier otra buena novela este detalle hubiera tenido un por qué, nos hubiera revelado algo a considerar del personaje. Pero no es el caso de la obra que nos ocupa, ya que, ¿por qué me hablan de sopetón de las prácticas sexuales de un personaje que caerá en el olvido y no volverá a hacer aparición?

Y es que el problema de El pont dels jueus está en que es un conjunto de piezas que no encajan bien entre sí. A mitad de la obra te encuentras que el libro se convierte de golpe en una novela fantástica con una escena que no pega ni con cola. Así como el recurso tópico del "manuscrito encontrado" que da inicio a la novela, de nuevo carente de sentido y metido con calzador. O también la segunda escena de sexual que protagoniza Ítram (la primera puedo llegar a comprender que tiene su lógica), que es absolutamente gratuita, y parece hecha para cumplir aún más con la cuota de sensualidad y erotismo que debe contener la receta. Parece que el autor se propusiera que El pont dels jueus contendría los siguientes ingredientes: fantasía, sensualidad, misterio, historia y erudición. Y no pasa nada por meter dichos ingredientes. El problema es que estén sin hilvanar, arrojado a pegotes, y sin profundizar en nada.

Abrevio ya con una última cuestión que no entendí, y tal vez sea fallo mío por algo que se me escape: ¿por qué se titula la novela “el puente de los judíos”? Sí, la comunidad judía tiene importancia en la novela, pero que yo sepa no participaron en la construcción del puente, y si lo hicieron Martí Gironell no lo especifica (y, aún en ese caso, participarían conjuntamente con el resto del pueblo... ¿qué pertinencia tendría relacionar el puente con el mundo judío?). Tampoco fue financiada la construcción por los judíos, y el arquitecto protagonista de la novela, Prim Llompard, es italiano. Si algún lector ha leído la obra y sabe el por qué le agradecería la aclaración.

En definitiva, todos los ingredientes de una novela de género histórico-fantástico están ahí. Pero la cocción falló.
Tal vez mi crítica ha resultado excesivamente dura, pero por supuesto mi opinión es tan personal y subjetiva como cualquier otra. Tal vez a usted, estimado lector, El pont dels jueus le provoque una sensación distinta, más amena. A mí desde luego que no, pero cada uno es un mundo.

Puntuación: suspenso
Te gustará si te gusta una novelita de aventuras, sin más. Aunque, personalmente, yo recomendaría otras novelas histórico/aventureras.

lunes, 10 de febrero de 2014

Aire de Dylan, de Vila-Matas. O quién soy o cuántos soy.


Ficha (extraída de internet)
Título: Aire de Dylan
Autor: Enrique Vila-Matas
Nº de páginas: 328 págs.
Encuadernación: Tapa blanda
Editorial: SEIX BARRAL
Lengua: CASTELLANO
ISBN: 9788432209642

Sinopsis (extraída de internet): 
Al igual que Dylan mi padre fue un raro», dice Vilnius, más conocido como el pequeño Dylan, mezcla del cantautor americano y Rimbaud, convencido de que el fantasma de Lancastre, su difunto progenitor, le está traspasando sus recuerdos y clama venganza. Mientras el joven Vilnius se dedica a completar su Archivo General del Fracaso, busca a alguien que reconstruya las memorias de su padre y funda la infraleve y muy ligera sociedad Aire de Dylan, cuyos miembros intentarán desenmascarar a los asesinos de Lancastre en el transcurso de una representación teatral. La nueva novela de Enrique Vila-Matas es un homenaje al mundo del teatro y una divertida e implacable crítica del postmodernismo, contada a través de la relación de un padre y un hijo que personalizan el duro contraste entre la cultura del esfuerzo y el creativo arte de encogerse de hombros y no hacer nada, como Oblomov, el personaje «radicalmente gandul» de la literatura rusa.

Crítica personal
Lo bueno de los clubs de lectura es que el libro que toca toca. Es decir: te autoimpones la lectura sí o sí para el mes que viene, y no hay aplazos posibles. Algunos lo verán como algo impositivo “yo leo lo que quiero y cuando quiero”, dirán, pero a mí ya me va bien, porque me gusta ese factor sorpresa, y a veces te toca un autor que ya llevabas tiempo posponiéndolo y nunca te ponías con él. Es lo que me  ha pasado con Vila-Matas. Así que me estrené con la última novela suya: Aire de Dylan.
Del autor que tratamos había oído principalmente dos cosas:
1- La crítica literaria lo ensalza, y con bastante unanimidad.
2- Sin embargo no es un autor para el lector medio. Es decir, no suele gustar a un número considerable de personas que busca en la lectura puro y duro entretenimiento.

El punto número 1 que atañe a la crítica lo veo cierto: las críticas que, en general, he leído suelen ser muy elogiosas. Y el segundo punto… si me tengo que guiar por mi experiencia personal en la tertulia del club debo decir que también es cierto. A muy pocos les gustó la novela, la mayoría dio una opinión desfavorable. ¿A qué se debe esto? ¿Cómo es Aire de Dylan?

Pues veréis, de entrada, algo que se dijo en la tertulia es que no era una novela verosímil, que los personajes no parecían realistas y la historia es muy rocambolesca. Y tenían razón. Aire de Dylan es inverosímil. Pero inverosímil de forma deliberada —me apresuro a deshacer el entuerto— porque Vila-Matas no pretende ser el reflejo de un cristal realista —a pesar de que la situación geográfica sí lo es: bares y librerías de Barcelonas asomarán por el recorrido de la novela—. Sus personajes son símbolos, tipologías de una concepción filosófica-artística determinada, y a través de esa concepción actúan. Además, está la rocambolesca trama hamletiana con sus asesinatos y traiciones, en un claro guiño a la obra de Shakespeare, sin perder el tono desenfadado y humorístico. Porque Aire de Dylan es una novela muy humorística, pero eso sí: de humor fino e irónico, para nada chabacano.

No sé si Aire de Dylan es muy distinta a sus obras predecesoras, pero me parece evidente que ciertos rasgos literarios como son clímax, ritmo narrativo, evasión o pura y dura aventura no van con Vila-Matas. Va con otros autores, con otro tipo de literatura que no es mejor ni peor, simplemente diferente. Pero no con Vila-Matas. Lo suyo es otra cosa: es metaliteratura, es la reflexión constante sobre temas como, al menos en esta novela, la identidad o la posmodernidad. Y todo esto adobado con muchas referencias culturales—cine, teatro y literatura—. Y es en todos estos rasgos donde la novela se sustenta, y en mi opinión se sustenta muy bien. El lector, pues, debe compartir un contexto tácito con Vila-Matas, estar en su misma onda. Si en cambio todas estas cuestiones te resultan aburridas y carentes de interés sencillamente Vila-Matas no es un autor recomendable para ti.

Aclarado este punto, paso a comentar otras cosas de Aire de Dylan:

— La figura de Bob Dylan. Imposible no hablar de él en esta novela, ya presente explícitamente en el título.
El protagonista, Vilnius, se pasa la novela buscando su identidad, empeñado en ser auténtico y en “ser yo mismo”. Paradójicamente, para ser él mismo, ha decidido ser un clon de Dylan. Viste y se peina igual que él. Resulta también irónico, aparentemente, que sea Bob Dylan ejemplo de “autenticidad”, ya que ha sido un artista en constante evolución, y no sólo en la cuestión puramente musical, sino a la hora de asumir máscaras. Y sin embargo… parece que sí, que Bob Dylan es auténtico —y mira que suelo detestar la palabra “autenticidad” porque en el mundo de la música suele connotar cerrazón—, porque en el fondo siempre ha hecho lo que le ha dado la gana. Auténtico porque Dylan nunca se ha llegado a construir con una sola máscara —¿Cuántos yoes hay en cada uno de nosotros?—, de haberlo hecho probablemente hubiera incurrido en la mayor de las imposturas.
Sí, de este palo va el joven Vilnius

— Así pues, el tema de la identidad planea sobre toda la novela Hay un fragmento que es revelador y no me resisto a compartir:
<<Uno nunca sabe quién es. Son los demás los que le dicen a uno quién y qué es. Te explican tantas veces quién eres y de formas tan distintas, que al final uno acaba por no saber en absoluto quién es. Todos dicen de ti algo diferente. Incluso uno mismo está siempre cambiando de opiniones. Si a eso añadimos que uno se esfuerza por sorprender a los otros siendo varias personas al mismo tiempo, lo que en verdad acaba sucediendo es que terminamos no teniendo ni la menor noción de quién somos o podríamos haber sido>> (Juan Lacastre, La interrupción).

Y no solamente tendemos a querer construirnos a nosotros mismos, sino también a querer construir nuestro pasado, nuestra historia. Así como también construimos el pasado y la historia de los demás. De nuevo nos encontramos una ironía: tanto empeño en construirnos a nosotros mismos, tantos años queriendo encontrarnos y definirnos para que, finalmente, sean los demás quienes expliquen y fijen nuestra identidad. Vilnius, junto a su novia Débora, la cual fue también amante de su padre —sí, ya les dije que la historia es rocambolesca—, decide encargarse de escribir las memorias de su padre, y ello conlleva un ejercicio de fabulación. Ellos tendrán la última palabra de Lacastre. ¿Qué incluyes y qué dejas fuera del relato? ¿A qué le darás trascendencia y a qué no? En un momento dado, al entrar en un establecimiento al que acudió su padre, los dos jóvenes piensan lo siguiente:

Después fueron al bar de enfrente, al Mokarico, que cuarenta años antes había sido la pizzería Mario, el primer restaurante italiano abierto en Barcelona, un lugar muy frecuentado en su tiempo por el joven Lancastre, obcecado cliente que pasaba tantas horas allí que por aquellos días mucha gente llegó a creer que él era el hijo de Mario, el dueño. Por momentos, especularon Débora y Vilnius con la posibilidad de incluir en las memorias apócrifas de Lancastre episodios juveniles que tuvieron lugar en esa pizzería que fue centro de la bohemia artística Barcelona a finales de los sesenta. Enredos creados por el equívoco de que el joven Lancastre era el hijo de Mario, por ejemplo. Quién lo diría, dijo Débora, que este lugar llegó a ser centro de algo, hoy en día parece el hueco más irrelevante de la Tierra

Débora dice que ese lugar llegó a ser centro de algo. ¿Lo fue realmente? ¿O ellos creen que fue el centro de algo por el simple hecho de que allí estuvo el gran Lacastre? Y si no lo fue, ¿lo será si las memorias se publican? Esto es un ejemplo de cómo construimos el pasado, de cómo construimos tópicos y a la vez pretendemos que el tópico también nos construya a nosotros.

— Vila Matas se burla de esta trascendencia que le damos a las imposturas, de lo ridículo que resulta la búsqueda de Vilnius. Pero Vila Matas no queda fuera de su propia burla, se autoincluye genéricamente, riéndose también de él mismo. Porque ¿quién está totalmente a salvo de caer en la idea de la ingenua autenticidad como cae Vilnius? De hecho, se podría decir que la novela tiene un segundo protagonista: un escritor que asiste a toda esta historia, y que también lleva la voz narrativa en la novela. Es inevitable no ver al propio Vila-Matas en dicho personaje —además, está la pista de que ambos nacen en el mismo año—. Dicho personaje, en el club de lectura, fue el que más gustó porque “no se le veía tan rarito como los demás”… y sin embargo, dicho personaje al final se ve contaminado por las ideas de Vilnius y Débora:

Iba a decirlo esto para sacarme la espina del ridículo que creía haber hecho momentos antes con mi simulación de desmayo, pero al final no me pude contener y dije que en verdad estaba todo claro, clarísimo: se trataba de que yo, representante de una generación forjada en la cultura del esfuerzo, una generación apaleada y acostumbrada a fatigarse, trabajara como un idiota para ellos.

—La figura del padre está muy presente en la obra, y no sólo por la historia de Vilnius, también en la parte de la novela que se desarrolla en Hollywood, y no digo más para no spoilear. Recibimos una herencia y tenemos que lidiar con ella, y esto entronca con la típica lucha generacional. Lucha generacional que en la novela se ve claramente entre la generación del padre de Vilnius, la generación del esfuerzo, y la generación de Vilnius y Débora, consistente en… no hacer nada. Vivir en un “estado poético”, como quiere vivir Vilnius. La burla a la posmodernidad es evidente.

— Sí, ya he comentado que la ironía está presente en la obra por todo el tema de la identidad. Pero no sólo ahí: el deseo de fracasar de Vilnius también resulta irónico: si fracasa, triunfa. Si triunfa, fracasa. Le sucede en su congreso sobre el fracaso, y cuando va a Hollywood buscando una aguja en un pajar.

Todavía me quedan algunas cosas en el tintero, pero ya sería destripar demasiado la obra.
En definitiva, sí, me ha gustado, y mucho. Y tendré que probar con otras obras de Vila-Matas.

Puntuación: notable alto.
Te gustará si te gusta reflexionar sobre arte y posmodernidad.
Un personaje a destacar: sí, al igual que el resto de gente del club de lectura, yo también me quedo con el alter ego de Vila-Matas. Parece normal comparado con el resto de personajes, tan estrafalarios ellos, pero se acaba viendo involucrado en los proyectos de Vilnius. Lo he dicho anteriormente: nadie está a salvo de caer en lo que cae Vilnius, aunque el caso de Vilnius pueda estar exagerado, de acuerdo. Pero repito: nadie está a salvo de buscar su identidad.
Un fragmento:

Al ir a doblar una esquina, alguien me preguntaba a qué me dedicaba si ya no pertenecía al gremio de los chupatintas y yo le contestaba lo que Diaghilev respondió un día cuando le preguntaron qué era exactamente lo que hacía en los ballets rusos, ya que ni componía, ni tocaba, ni bailaba:
—No hago nada, pero soy indispensable.