sábado, 24 de mayo de 2014

La melancólica muerte de Chico Ostra, de Tim Burton. O las consecuencias de ser un freak



 

Ficha

Título: La melancólica muerte de Chico Ostra
Autor: Tim Burton
Nº de páginas: 144 págs.
Encuadernación: Tapa blanda
Editorial: Anagrama
Lengua: Castellano
Traducción: Francisco Segovia
ISBN: 9788433968999

Sinopsis (extraída de la web de la casa del libro)
En este libro, escrito y dibujado por Tim Burton, el cineasta de Ed Wood, Batman, Eduardo Manostijeras y Beetlejuice se muestra fiel a su universo de una inventiva tan particular, en la que se mezclan la crueldad y la ternura, lo macabro y lo poético.
Tim Burton nos ofrece una asombrosa galería de niños solitarios, extraños y diferentes, excluidos de todos y próximos a nosotros, que nos van a horrorizar y enternecer, a emocionar y hacer reír.

Opinión personal
Hablar de Tim Burton es hablar, esencialmente, de cine. Pero el cineasta también explotó su vena creativa con La melancólica muerte de Chico Ostra, un poemario de 23 poemas narrativos ilustrados por el propio Burton. Y, aunque Burton cambia de registro artístico, en La melancólica muerte de Chico Ostra nos ofrece el mismo universo Burtiano de siempre, reconocible para todos aquellos que estén familiarizados con su cine.

Un inciso: me gustan varias películas de Tim Burton, aunque con otras no termino de disfrutar. Con el cine de Tim Burton me pasa algo curioso, y es que siento que me da una de cal y otra de arena. Por un lado, me gusta muchísimo lo que expresa en su cine, me gustan mucho sus personajes extraños a ojos de los demás, inadaptados, que no pertenecen al mundo porque forman parte de otro —o de ninguno, porque están entre dos mundos, y por ende de ninguno—. Pero por otro lado, hay algo que no me acaba de convencer de Burton… y no sabría explicar exactamente el qué, quizás es la combinación de la estética gótica con el humor.

Sin embargo, La melancólica muerte de chico Ostra si es totalmente de mi agrado, ya que recoge lo que más me gusta de Burton. Por los poemas desfilan una serie de niños extraños, literalmente monstruosos, —porque Burton es muy literal—, así Chico Brie tendrá literalmente un queso por cabeza, y Carboncillo será un niño de carbón. Uno se acuerda, irremediablemente, de Eduardo Manostijeras. Un personaje con una peculiaridad física —en vez de manos tiene tijeras— que le hace ser un “monstruo” y sin embargo es extremadamente bondadoso e inocente. Al principio, para la comunidad social, Eduardo Manostijeras es una novedad muy mona, pero al final la mezquindad del vecindario, que desde luego no tiene la bondad ni la candidez del protagonista, lo verá como un monstruo peligroso, y le cogerá miedo. De la misma manera, en La melancólica muerte de Chico Ostra, da la sensación de que los personajes, pese a su apariencia monstruosa, no tienen ni pizca de maldad y son pura inocencia, y si algunos provocan miedo es porque ni ellos son conscientes de que están haciendo algo mal. Por citar un caso: Chico Momia, que resulta que es un antiguo faraón reencarnado, le gusta jugar a perseguir doncellas para sacrificarlas. Lo cual, evidentemente, conllevará el rechazo de los demás y hará que Chico Momia se quede triste y solo. Y al final acabará muerto de un palazo en la cabeza  al ser confundido con una piñata. La obra, por lo tanto, tiene también un toque de humor negro, en una mezcla extraña de crueldad y ternura.

Así pues, cada poema nos irá presentando uno de estos niños monstruitos y ninguno acabará demasiado bien. Algunos mueren, como el  ya citado Chico Momia. Y otros se llevarán algún chasco en la vida o fracasando. Es el caso de Ojos de Clavo, que ilusionado se hace su arbolito de navidad pero, estando ciego, el pobre no se da cuenta de que su árbol es un desastre y está mal hecho. O el Chico Robot, al que todo el mundo acabará confundiendo con un cubo de basura. O la Chica Vudú, que tiene agujas clavadas en el corazón y cuando enamora a algún chico no podrá abrazarlo si no quiere que sus propias agujas se le clavan aún más adentro — Dios Santo, ¿no es una metáfora perfecta? . Tanto las narraciones y los personajes pueden parecer un poco absurdos a priori, pero a poco que reflexionas sobre los poemas te das cuenta de lo metafóricos que son. Personalmente, me encantó la metáfora que veo en el de Chico Tóxico, pero no la comentaré que bastante he destapado ya de poemario.
El pobre Chico Robot, usado como cubo de basura.


La obra se lee en nada, los poemas son breves y de fácil comprensión tanto en español como en inglés —la edición que manejo, de anagrama, los muestra también en inglés en el anexo final—, y con un toque a modo infantil. Y digo "a modo infantil" porque creo que es más un tono aparente que no el hecho de que sea una obra propiamente dirigida a niños. O al menos, no sé si es muy adecuado para un niño que se citen problemas de erección —en el caso del padre de Chico Ostra—, o que el Chico Robot sea un robot porque su madre fue adúltera y mantuvo relaciones sexuales con un horno. Así que yo, personalmente, veo la obra más destinada al público adulto —a un público adulto que no tenga prejuicios ante barnices infantiles, claro—. ¿Y por qué son los protagonistas niños? Tal vez Tim Burton se base en circunstancias de su infancia. En palabras del propio Burton (de su biografía My Art and Films): “Muchas de las cosas que ves cuando eres niño permanecen contigo. Pasas la mayor parte de tu vida intentando asimilar esas experiencias”.

En definitiva, La melancólica muerte de Chico Ostra ha sido una buena lectura, amena, y más profunda de lo que aparentemente pueda parecer. Y los dibujos merecen también mención especial, ya que refuerzan el mensaje de los poemas.

Puntuación: Notable.
Te gustará si te gustan especialmente las películas de Tim Burton y su universo estético.
Un framento:

CARBONCILLO

En Navidad, Carboncillo, como siempre recibió
carbón, lo que lo alegró.

En Navidad, Carboncillo, en lugar de su carbón,
algo pequeño encontró,
cosa que lo confundió.

En Navidad, Carboncillo padeció una confusión:
alguien creyó que era hollín
y a la calle lo barrió.

 
Carboncillo, en lugar de su carbón, algo pequeño encontró, cosa que lo confundió.